Dios, tenía esto tan abandonado... Ya era hora de que escribiera algo, así que... ¡allá vamos!
Hay tantas cosas que echo de menos que lo único que me apetece a estas alturas es irme al bar de al lado de mi casa y pedir una copa tras otra para intentar desconectar. Ahogar las penas en un whisky o, al menos, intentarlo. Que si me pongo a pensar ya no hay quien me anime porque tantas cosas perdidas que no sabes si tendrás la posibilidad de recuperar... eso, eso duele, duele más que nada.
Echar de menos a a alguien que esta a dos mil kilómetros de distancia, a tres horas de avión, dos de autobús y otras tres de tren, es decir, a 8 horas de viaje, sin contar con las horas de espera en el aeropuerto y en las estaciones; hace que todo esto sea más frustrante, hace que me den ganas, en un arrebato de locura, de coger mi maleta, meter en ella mis cosas, y coger el primer avión dirección Madrid-Berlín.