viernes, 29 de junio de 2012

Filosofía de vida.

Yo hace tiempo que cambié de filosofía de vida. Hace tiempo que dejé de creer en los te quieros.


Y no me llaméis guarra por estar o con todos o con ninguno, yo a eso, le llamo no dejarse engañar por cuatro palabras tontas que carecen de significado y por unos cuantos besos que mas que por sentimiento, te han dado por pasar el rato. 


¿Que por qué he decidido esto así? Por una regla muy sencilla, la de 'o jodes, o te joden', y puestos así, yo prefiero joder a que me jodan. A ver, me explico, yo prefiero joder a que me jodan, besar a que me besen y follar a que me follen. Con esto me refiero a que el juego de dejarse llevar está muy bien algunas veces, pero si te digo la verdad, también prefiero llevar antes de que me lleven. 


Que yo hace cosa de uno, o tal vez dos años, era lo más cursi que existía. También he de reconocer que el tener uno o dos años menos influía en ello, pero bueno, el caso es que ahora he pasado a odiar todo lo que yo era antes.


Me parece absurdo que porque te hayan dado cuatro besos tontos te 'enamores' de alguien. Seamos realistas, a la vez que brutos, eso no es amor, a eso se le llama encoñamiento. 
También está lo típico de empezar a salir con un chico y pensar que vais a durar toda la vida. Y esa 'fase' o como lo queráis llamar, es la que más asco me da. 
Tengo asco a los 'te amo mi vida', 'eres lo mejor que me ha pasado nunca', 'te prometo que nunca nadie nos va a separar'... Bueno, a esto, y a chorradas de semejante calibre. 


Con esto no quiero decir que enamorarse sea imposible, y mucho menos que yo no crea en el amor. Lo que quiero decir con esto, es que hasta que no aparezca alguien que me haga cambiar de opinión basándose en una razones coherentes y lo suficientemente convincentes, no voy a cambiar mi 'filosofía de vida', o como prefiráis llamarlo.

lunes, 25 de junio de 2012

Unos besos de más.

Un lunes 'perfecto', y cuándo digo perfecto me refiero a un lunes de mierda. Yo aquí  con cuarenta de fiebre, un dolor de cabeza insoportable, que no se si es de tanto pensar en ti o de las copas de más que me tomé ayer, y unos mareos que hacen que pierda el poco equilibrio que tengo. 


Hoy, por la situación en la que me encuentro, debería ser un lunes de esos con complejo de domingo, en los que lo único que te apetece hacer es tirarte en la cama con un helado tamaño industrial de chocolate, y una copa de whisky mientras ves una y otra vez la misma película de amor que siempre termina con un asqueroso final feliz. Pero, la verdad, hoy no me apetece ni helado de chocolate ni ver esa patética película de amor.


Hoy, a pesar de estar así, sin apenas tenerme en pie por el puto mareo que tengo, me apetece ir a buscarte y que seas tú la razón por la que pierda el equilibrio y termine con dolor de cabeza pero no por unas copas de más, sino, por unos cuántos besos de más. Sinceramente, me pondría ese vestido que me compré hace una semana que es tan corto que da vértigo mirarle, me subiría a mis tacones de catorce centímetros y te dejaría que tú hicieras el resto. Es decir, lo de quitarme el vestido y bajarme de los tacones para subirme encima de ti. 


Ahora podría ponerme a imaginar o a reflexionar sobre lo bien que estaría yo en tu cama y lo rápido que se me pasarían los males, podría escribir páginas y páginas sobre las salvajadas que haríamos si esa fuera mi situación ahora. Pero en vez de imaginar voy a estrenar ese vestido, subirme en esos catorce centímetros, dar volumen a mis pestañas con un poco de rímel e ir a tu casa, llamar al timbre y saludarte con un 'hola, vamos a tu cama'.
Probablemente después, mi vestido nuevo terminaría tirado por cualquier parte de tu habitación y yo terminaría vestida con tu camiseta y se me habría quitado el rímel, pero también el mareo y el dolor de cabeza. Por lo tanto, me sale mucho mejor lo de terminar con unos besos de más que con unos kilos de más a causa de haberme hinchado a helado de chocolate mientras veo una patética y deprimente película de amor.

lunes, 14 de mayo de 2012

Unas copas de más para evitar echar de menos.

Dios, tenía esto tan abandonado... Ya era hora de que escribiera algo, así que... ¡allá vamos!


Hay tantas cosas que echo de menos que lo único que me apetece a estas alturas es irme al bar de al lado de mi casa y pedir una copa tras otra para intentar desconectar. Ahogar las penas en un whisky o, al menos, intentarlo. Que si me pongo a pensar ya no hay quien me anime porque tantas cosas perdidas que no sabes si tendrás la posibilidad de recuperar... eso, eso duele, duele más que nada.
Echar de menos a a alguien que esta a dos mil kilómetros de distancia, a tres horas de avión, dos de autobús y otras tres de tren, es decir, a 8 horas de viaje, sin contar con las horas de espera en el aeropuerto y en las estaciones; hace que todo esto sea más frustrante, hace que me den ganas, en un arrebato de locura, de coger mi maleta, meter en ella mis cosas, y coger el primer avión dirección Madrid-Berlín.